¿Qué hago aquí?





Me presento, me llamo Marco y ni siquiera os puedo decir los años que tengo, porque ahora mi edad está en negativo. Aún estoy por llegar a la vida y estoy lleno de ésta misma, paradójicamente.

Estoy en un lugar oscuro y calentito que no sabría ni cómo explicaros, pero la verdad es que noto las vibraciones y el cariño de mucha gente a la que sólo puedo escuchar. Me estoy empezando a agobiar y quiero salir de aquí, como sea. 

 

Marco se revolvía en el vientre de su madre. Algunas pataletas de rabia le iban moviendo de la posición que normalmente solía adoptar. Cada vez estaba más incómodo y su madre lo notaba. Se acariciaba la tripa como intentando decirle a su hijo que ella seguía ahí, que nunca lo abandonaría y que no le gustaba verlo intranquilo. Julia, su madre, nunca creía que las patadas fueran relacionadas con lo que decía la gente cada vez que un niño daba una: "¡Va a ser futbolista!". Él iba a ser lo que quisiera ser, pero Julia sabía que algo no le dejaba tranquilo. 39 semanas dentro de un mismo sitio eran muchas semanas.

 

Llevo mucho tiempo aquí y necesito sentir de cerca esas voces que escucho tan lejanas como si tuviesen un efecto 'reverb'. Necesito sentir otro tipo de calor, el calor de mamá o el calor de cualquier persona que quiera dármelo. Voy a empezar a investigar si puedo salir de este zulo de líquidos extraños.

 

Estaba claro que algo no iba bien. O sí. Marco estaba teniendo el día más ajetreado de sus 39 semanas de pre-vida. Era como si el feto hubiese montado una fiesta en la Ibiza de los vientres. Era como un Tsunami de líquido amniótico...

De repente, Julia sintió un fuerte dolor de barriga acompañado por un leve frescor que le recorría las piernas y le erizaba la piel. En efecto. Acababa de romper aguas. Llamó a su madre, pero no se lo cogió. Llamó a todos los familiares posibles antes de que un nuevo dolor le atizara la barriga. Cuando esto pasó, corrió hacia el coche sin tiempo que perder. Llegó al hospital sin parar de hacer muecas de dolor y sudando a mares y enseguida la metieron en una habitación para ella sóla, como si se tratase de alguien vip.

 

No he nacido y ya soy un auténtico atleta. ¿No hay unas olimpiadas para recién nacidos? Acabo de hacer el pino y aquí sigo. Eso sí, no puedo sacar la cabeza hacia atrás, la tengo encajada. Quién me mandará a mí buscar salidas que no veo...

Si no puedo salir hacia atrás, habrá que probar hacia delante. Voy a probar con unos ligeros empujoncitos de mis débiles piernas a ver si mamá quiere ayudarme.

 

Después de un intenso trabajo de médicos, madre e hijo, Marco vio la luz. Julia sonreía y Marco lloraba, otra nueva paradoja de la vida que tenía algo común: el agotamiento.

 

¡Madre mía, que tobogán más lento! Recuerdo oír a mamá un día que se fueron a un parque acuático y se tiraron en uno que decía que iba muy rápido. Yo recuerdo una sensación mucho más vertiginosa que esta. Tengo ganas de reír.

Y ahora de llorar. ¿Pero que frío es este? ¿Y por qué estoy tan pegajoso que ni puedo abrir los ojos? ¿Y por qué todos los presentes en la sala aplauden? Voy a llorar, definitivamente. Y lloraré fuerte para que me escuchen bien. 

 

Julia y Marco se quedaron dormidos tras las visitas que no les dejaban descansar y no paraban de zarandearles. Aunque era imposible dormir con continuidad, siempre que lo hacían descansaban como si hubiesen dormido infinitas horas sin parar.

 

¡Qué agustito he dormido! He descubierto que quien no llora no mama y entonces cuando tengo hambre pues lloro y acabo con este hambre que me pone la boca pastosa. Mientras estoy alimentándome de los pechos de mamá oigo que mido 49 centímentros y peso 3.100 kg. La verdad es que ahora lo único que me importa es seguir comiendo y que después me dejen tranquilo para poder dormir. Esto es un no parar.

 

Julia comentaba con sus amigas todo lo que había dado de sí el embarazo. Hasta un pequeño desmayo que había sufrido de hacer presión les comentaba mientras se reían de la anécdota, aunque podría haber sido peligroso para Marco. Pero no lo había sido, por suerte. Les contaba que todas las pruebas médicas realizadas hasta el momento habían sido correctas. También comentaban las medidas y el peso de sus correspondientes hijos. Julia era madre soltera y sus amigas la idolatraban: "Si ya es difícil mantener un niño entre dos personas, Julia, imagínate una sola. Eres una valiente". Y la sonrisa de Julia se estiraba sin enseñar dientes; cansada y dulce.

 

Por fin voy a salir de este sitio nauseabundo que huele tan a cerrado. Mamá dice que nos vamos a casa. Creo que eso son buenas noticias. Quiero reírme, pero de momento sigo como mareado y aturdido, así que lloraré siempre que quiera algo. Así de duro es poder entender pero no comunicar...

 

Pasó Julia la primera noche bastante mejor de lo esperado. Estaban los dos tan cansados que ni Marco rechistó y de haberlo hecho, Julia habría tardado en darse cuenta. Qué sensación tan bonita era esa de despertar al lado de algo que te pertenecía tanto. Qué sensación tan bonita ese momento en el que una mano tan pequeñita te agarraba el dedo índice como intentando abarcarlo todo sin saber que lo único que abarcaba era inocencia.

 

Me presento de nuevo. Me llamo Marco, tengo un día de vida, mucha guerra que dar, y muchas cosas que aprender. Os iré relatando cada cosa que se me pasa por la cabeza e intentaré sumergiros en mi pequeño mundo que algún día será grande. Encantado de conoceros. Espero no tener que lloraros para que me hagáis caso.

 

 

 

Siguiente capítulo:


"¿Quién es?"

Comentarios

Entradas populares