No todos los Policías son personas






Ayer era domingo y decidimos poner rumbo a uno de los barrios céntricos de Madrid a pasar la tarde. Visitamos un mercado bastante normalito con el encanto que a cada uno caracteriza. Vimos varias cositas que nos llamaron la atención (entre ellas al camarero de un bar cantando por Sabina y los dependientes de varios puestos tomando mojitos y disfrutando de un domingo diferente), hicimos alguna que otra adquisición y diferentes cosas más que pa' que os voy a contar.
Después decidimos hacer el plan de pueblo: Unas bolsitas de chucherías, unas pipas, un refresco y a sentarse a un banco.


Llegamos a una plaza con ambiente dominguero (como todas las plazas madrileñas el último día de la semana sea la época que sea) y estuvimos ensuciando el estómago con lo que habíamos comprado.
Los niños corrían tras las palomas y alguno que otro caía de morros al suelo con la tontería. Nos reíamos porque pensábamos en el 'Karma' y en las consecuencias de molestarlas por diversión. Mientras tanto, los niños seguían a lo suyo e incluso a veces se ponían de pie en el bordillo de una fuente hasta arriba de agua. Mi diversión interna rezaba fuerte porque cayeran al agua, pues os recuerdo que estaban molestando a las palomas que no tenían culpa alguna.
Siguieron a lo suyo hasta que la plaza se vació de palomas hartas de niños. Seguimos comiendo pipas y demás guarrerías hasta que llegaron dos policías con sus motos y se pusieron a observarnos uno por uno a todos los presentes en aquella plaza.


Cuando llevaban 5 minutos, abandonaron sus motos para echar a dos chavales que aparentemente no estaban haciendo nada, pero ellos tras una larga conversación con los dos policías decidieron marcharse con la cara larga. "Serán camellos", supusimos medio en broma medio en serio.
Después de esto, uno de los policías decidió que era momento de irse, y así fue. El otro, quedó sólo apoyado en su moto mientras un niño de aproximadamente dos años lo miraba con idolatría.
Acto seguido, llegó con una guitarra enfundada y para ponerse a nuestra derecha, Luis Ramiro. "Es poeta" le dije a ella, aunque en realidad también es músico. Decidí no ir a hablar con él a pesar de mis ganas para no alterarle la tranquilidad dominguera. Me hizo sonreír recordar que un día estuve fumándome un cigarro con él a la puerta de un hotel junto a un amigo.


De un momento a otro, el niño señaló la moto del policía y mi imaginación (porque mi oído no llegaba) detectó que lo que quería ese niño era subir a la moto. El policía le dijo algo entre risas y el niño se puso a jugar con su padre a la pelota como si le importase poco lo que el agente acababa de decirle.


Habían pasado unos 15 minutos desde la llegada de los policías de los cuales sólo quedaba uno (como si fuesen los juegos del hambre en versión POLIZEI) y el policía decidió dar un aviso a un señor mayor que estaba con una cerveza en mano. Recordad que en Madrid no se puede beber alcohol en lugares públicos, por lo que el señor tiró la cerveza a una papelera. El policía de inmediato volvió a su moto y no duró ni 20 segundos apoyado con los brazos cruzados cuando vio algo espeluznante, denunciable e impermisible... O todo lo contrario, mejor dicho.


Allí estaba Luis Ramiro, afinando su guitarra. Ni si quiera le había dado tiempo a hacerla sonar como tocaba, sin imperfecciones. Y en menos que canta un gallo... ahí estaba el Policía (aburrido, deduje tras su acción) delante de Luis pidiéndole, ante su cara de asombro y desconcierto, que guardase la guitarra porque supuestamente no se podía tocar allí. El músico (o/y poeta) hizo caso a la autoridad, humildemente, y la guardó.
Aplaudí por dentro, porque yo no lo habría hecho y me pareció elegante. Es más, la actuación del policía me pareció bajísima en esa ocasión y yo le hubiese liado la de San Quintín (por no utilizar el nombre de Dios en vano, vaya, ya lo he hecho) o la de Dios.
Me apeteció levantarme y proponerle a Luis que tocara tras la marcha del Policía aburrido, pero seguía sin ganas y con pudor de alterarle esa tranquilidad tan preciada que todos merecemos. Pasamos un rato más hasta que se acabaron las pipas y después nos fuimos.
Me dio pena y rabia porque, pese a la marcha del último Policía, Luis no volvió a tocar y seguramente la próxima vez se lo pensará antes de sacar la guitarra a la calle. Debería ser delito prohibir entretener con arte. La libertad de expresión también es hacer arte, porque el arte empieza por expresar lo que se siente.


Vivimos en un mundo en el que se trata a los intrumentos musicales como armas de guerra. En este caso se trató tocar la guitarra al nivel de beber alcohol que está considerado una droga. Aunque pensándolo bien, la música es una droga, pero este inmoral vestido de autoridad nunca lo entendería. Señor Policía, la próxima vez que vaya pensando en decirle algo a quien esté creando arte a través de la música en la calle acuérdese de esto:


 
 
 
 

"El que escucha música siente que su soledad, de repente, se puebla" -Robert Browning

Comentarios

  1. Chapeau tu entrada hermano! (como todas). Recuerdo bien ese día, como si fuera ayer, fumando ahí los tres... Está claro que el karma existe y que los polícias aburridos también. Estoy seguro de que a ese policía le levantaron la novia con una canción de Luis Ramiro, por eso le dijo que guardara la guitarra... Segurísimo! (tal vez el propio Luis haya sido el causante de tal levantamiento, jajajaja). Si dejaran a los artistas en paz llenaríamos las calles de graffitis bonitos, canciones, poesía, baile y demás arte... Pero no, está claro que en este país, la cultura importa bien poco. Grande meu! Quérote!

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  2. Estando de acuerdo...¿no crees que el foco hay que dirigirlo hacia quien sacó la ordenanza que impide a un Luis Ramiro cualquiera tocar en una plaza pública?

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  3. ¡Holi!
    Ya paso por aquí. Y lo mismo, estoy de acuerdo aunque es un tema complicado porque hay otros factores (como dicen por aquí leyes de mierder). Y en general el mundo que está muy loco.
    Muchas gracias por compartir :)
    ¡Un besazo!

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  4. No puedo estar más de acuerdo en que la cultura importa bien poco. Sólo una demostración numérica: 21%. Quérote riquiño!

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  5. La ley es la ley, pero siendo algo inofensivo si que se puede echar la vista para otro lado. Luego se echa para otro lado cuando menos se debe y nos roban nuestro dinero o nuestra libertad. Es triste, pero es así. Un abrazo y gracias por pasarte por este rincón, aunque la respuesta haya tardado en llegar.

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  6. Ningunear el arte es una moda. Coartar también. ¡Viva la ley!

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